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Hay dos tipos de cefaleas, o “dolores de cabeza”, no sintomáticas, es decir sin motivo aparente.

Una de ellas es normalmente heredada, más intensa, pero menos frecuente: la migraña. Y la otra, la cefalea tensional, que suele estar motivada por tensión nerviosa, esfuerzo intenso por conseguir algo, perfeccionismo, autoestima baja o cualquier otra situación que genere un estado de nerviosismo o tensión por encima de lo habitual.

En la sociedad actual vemos casi normal que un niño, niña o adolescente trabaje durante muchas horas sin apenas descanso y con un trabajo intelectual y académico impuesto, sobre el que no interviene ni decide en la forma, ni en el cuándo realiza el trabajo.

 

 

 

Así pues, consideramos normal que el niño asista a todas las clases, que preste atención estando quieto en su silla durante horas, y que luego, al llegar a casa, siga sentado en su silla haciendo los deberes y estudiando, a veces durante más horas, que se añaden a las ya soportadas durante el resto del día.

Ello implica unas facultades atencionales suficientemente maduras. Si estas funciones atencionales están menos desarrolladas que las de sus compañeros, o están por debajo de sus expectativas académicas, el esfuerzo que tiene que realizar es mucho mayor.

Esto va a ocasionar, en el mejor de los casos, solo una mayor tensión nerviosa, y en otros casos, se añadirán síntomas de negatividad, falta de autoestima y valoración negativa de uno mismo, que va a suponer un esfuerzo mayor en el niño, que si lo hace de forma continuada, va a generar una cefalea persistente o crónica.

Una cefalea persistente debe ser estudiada por un especialista neuropediatra, con una anamnesis y con una exploración neurológica completas, valorándolo clínicamente con exploraciones complementarias, indicando si procede un electroencefalograma, o solicitando el estudio de una neuroimagen, como la resonancia cerebral.

Posteriormente si se llega a la conclusión de que todo lo realizado es normal, y no se halla patología, hay que descartar también un posible trastorno atencional o de las funciones ejecutivas, ya que si se detectase, el tratamiento de este problema debería tenerse en cuenta para una mejoría más rápida y completa.

Está descrito en publicaciones médicas, y hemos comprobado en la práctica clínica diaria, como una cefalea puede ser el síntoma a través del cual se detecte un trastorno atencional. No debemos olvidar que se trata de una persona, un paciente, con toda la complejidad que supone la mente humana, y no solo un síntoma.

Así pues, aunque podemos quedarnos en lo superficial en lugar de profundizar en las causas de la cefalea, es más adecuado bajo nuestro punto de vista, valorar si hay otras causas que puedan motivar la cefalea, como un trastorno por déficit de atención (TDAH). Si se sospecha un TDAH debe estudiarse al paciente para descartar esta problemática, pues en el caso de que el resultado sea concluyente procede dar el tratamiento específico, ya que también mejorará la sintomatología de las cefaleas.

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