El
trastorno por déficit de atención con hiperactividad
(TDAH) es uno de los trastornos del neurodesarrollo que cuenta con
una mayor prevalencia de manera que, al menos, entre un 3% y un 5% de
los niños en edad escolar se ven afectados (Buitelaar, 2002;
Kaplan, Sadock, & Grebb, 1994).
Aunque
aún no conocemos con exactitud cuál es el sustrato
neurobiológico del TDAH, la hipótesis que cuenta con
más apoyo en la actualidad postula la existencia de una
disfunción en los circuitos fronto-estriatales. Esta hipótesis
ha ido cobrando fuerza a partir de una serie de hallazgos, tanto
anatómicos como funcionales, aportados por diferentes estudios
de neuroimagen (Casey et al., 1997; Castellanos, 1997, 2002a;
Castellanos & Acosta, 2004; Rubia, Overmeyer, & Taylor,
1999). El circuito fronto-estriatal se considera parte esencial del
sustrato neurofisiológico de las funciones ejecutivas (Malloy
& Aloia, 1998; Tirapu Ustárroz, Muñoz Céspedes,
& Pelegrín Valero, 2002). En consistencia con los estudios
de neuroimagen que muestran esta disfunción fronto-estriatal
en el TDAH, los estudios neuropsicológicos, así como
las teorías cognitivas vigentes, parecen estar de acuerdo en
que el déficit cognitivo central de este trastorno consiste en
una disfunción ejecutiva (Barkley, 1997; Pennington &
Ozonoff, 1996; Perry, 2001; Pineda et al., 1998; Rapport, Van
Voorhis, Tzelepis, & Friedman, 2001; Sergeant, Geurts,
Huijbregts, Scheres, & Oosterlaan, 2003; Sergeant, Geurts, &
Oosterlaan, 2002; Shallice et al., 2002).
Sin
embargo, todavía no está claro si la disfunción
fronto-estriatal/ejecutiva es primaria o, por el contrario,
secundaria a una alteración en algún paso previo del
procesamiento cognitivo. Resolver la cuestión de cuál
es el déficit primario en el TDAH es esencial, tanto para una
mejor comprensión de sus bases neurobiológicas como
para su tratamiento farmacológico. Aunque los estudios
realizados con Resonancia Magnética Funcional (RMf) cuentan
con una excelente resolución espacial, no aportan respuestas
definitivas a esta pregunta, ya que no permiten discriminar en qué
momento del procesamiento cognitivo la activación cerebral de
los niños con TDAH empieza a diferir de la de sus respectivos
controles. Para este propósito podrían resultar más
útiles técnicas con elevada resolución temporal
(Maestú et al., 2003), como los potenciales relacionados con
acontecimientos discretos (PRAD) o la magnetoencefalografía
(MEG).
Los
estudios realizados con PRAD muestran consistentemente que, además
de los déficit ejecutivos, los niños con TDAH presentan
alteraciones en estadios muy tempranos del procesamiento de la
información, durante los primeros 200 milisegundos posteriores
a la aparición de los estímulos (Jonkman et al., 2004).
Ante tareas de atención selectiva, los niños con TDAH
muestran dificultades para filtrar la información relevante,
lo que en la actividad eléctrica cerebral se refleja en una
menor amplitud de algunos componentes tempranos, como P1 o N1, que
son sensibles al efecto de la atención selectiva (Di Russo et
al., 2002).
En
un reciente estudio realizado en nuestro laboratorio, se registró
la actividad cerebral mediante magnetoencefalografía (MEG)
durante la realización del test de clasificación de
tarjetas de Wisconsin (WCST), con el objetivo de explorar los
patrones diferenciales de actividad cerebral en distintos subtipos
del TDAH en una tarea de funcionamiento ejecutivo (Etchepareborda et
al., 2004). Los resultados apoyan la hipótesis
fronto-estriatal, ya que los niños con TDAH mostraron un menor
número de fuentes de actividad con respecto al grupo control
en la corteza prefrontal dorsolateral y el cíngulo anterior.
Sin embargo, análisis posteriores mostraron que el patrón
de actividad cerebral de los niños con TDAH empezaba a diferir
del observado en los niños controles en momentos previos a la
activación del circuito fronto-estriatal (Mulas et al., 2006).
En concreto, los niños con TDAH del subtipo predominantemente
inatento mostraron una mayor activación en la corteza parietal
inferior y la corteza temporal superior 100 milisegundos después
de la aparición del feedback auditivo que les indicaba si
debían cambiar, o no, de criterio de categorización. El
diseño de este estudio no nos permite interpretar qué
significado funcional tiene el incremento de activación en
estas regiones cerebrales, aunque otros estudios (Durston et al.,
2003) muestran un incremento en la activación de estas mismas
estructuras corticales en los niños con TDAH durante la
realización de una tarea ejecutiva, interpretándolo
como un posible incremento en los recursos atencionales necesarios
para la realización de esta tarea. Según Karayanidis et
al (Karayanidis et al., 2000) los niños con TDAH necesitarían
una mayor cantidad de recursos para ejecutar una tarea atencional con
el mismo grado de precisión que los niños controles
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