Llamado también apnea del llanto, es un fenómeno de aparición inicialmente inesperada que ocurre en niños, generalmente en lactantes y preescolares en edades comprendidas entre los 12 y 48 meses, aunque puede aparecer más precozmente en los primeros meses de vida ó desaparecer más tardíamente, a los 6 años de edad.
Ocurre como consecuencia de un episodio de dolor, pérdida, susto o frustración; es relativamente frecuente y muy alarmante para los padres y cuidadores, y normalmente ocurre en niños aparentemente sanos.
Los espasmos durante el llanto pueden manifestarse como reacciones individuales ante emociones generalmente desagradables y como formas de comunicar y exigir cambios conductuales y afectivos en el entorno del niño . Ante un evento emotivo el niño reacciona con o sin llanto y, después, presenta interrupción súbita de la respiración o apnea; o bien, tras un período de llanto en el cual el niño no resulta consolado, el niño deja de respirar, emite sonidos entrecortados, cambio del color de la piel, inmovilidad o rigidez total o parcial, o incluso cae al suelo más o menos bruscamente.
Dependiendo de el color que adquiere la piel de la cara y el tronco del niño en la crisis, se han descrito tres tipos de crisis:
- las cianóticas ( color morado o azul ) ,
- el pálido
- el mixto ( cianótico y pálido)
La forma cianótica o azul es la más frecuente. La forma pálida aparece tras una situación de dolor, (por ejemplo, un traumatismo craneal incluso leve), o una emoción desagradable y brusca: temor intenso, frustración, sorpresa desagradable.
Cualquiera que sea el tipo del espasmo, el episodio siempre es breve (de segundos a un minuto de duración ), y el niño se recupera rápidamente.
Tras la crisis en ocasiones, se duerme, pero si no es así, al cabo de unos minutos recobra su actividad habitual y parece haber olvidado la contrariedad. El cese de la crisis es espontánea, total, rápida y sin lesiones orgánicas demostrables. Se puede ayudar calmando al niño, hablándole, consolándole o elevando los miembros inferiores para mejorar el retorno sanguíneo a la región cerebral.
La clave para el diagnóstico reside en investigar minuciosamente las circunstancias previas al acontecimiento.
Los componentes psicológicos están muy relacionados con el cuadro asociado a conductas socioemocionales de sobreprotección, apegos y a ganancias compensatorias.
Es por esto que se les recomienda a los padres evitar la angustia excesiva, tomando en cuenta que su vida no corre riesgo y que cederá de forma espontánea y que en la medida en que se tome la crisis con más serenidad, disminuirá la frecuencia de los episodios.
Por supuesto se recomienda la evaluación médica pediátrica y neuropediátrica para descartar cualquier otro signo que se pudiese confundir con una crisis de origen epiléptico .
Equipo del INVANEP