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El Trastorno del Espectro Autista (TEA) une a un conjunto de pacientes que presentan en común unas características clínicas cualitativamente parecidas. Tienen en común deficiencias en la interacción comunicativa y social recíproca, y un campo de intereses muy restringido y repetitivo.

Hoy en día la última revisión de la Clasificación Internacional de Trastornos Mentales, el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders-5 (DSM-5) incluye el TEA dentro de los trastornos del neurodesarrollo, y considera unos síntomas en común a todos los individuos, la sintomatología autista, con una variedad de fenotipos diverso y, por lo tanto, desaparecen los subtipos de autismo. Pero los fenotipos, pueden ser muy diferentes entre ellos porque hay grandes diferencias cuantitativas en la gravedad de los síntomas en cada una de sus características clínicas.
Tampoco se tiene en cuenta la discapacidad intelectual en el diagnóstico de Trastorno del Espectro Autista. Aunque en los TEA hay un porcentaje muy alto de pacientes con discapacidad intelectual, también hay pacientes con una capacidad intelectual normal e incluso superior. Otros TEA se diferencian también en el lenguaje verbal, por ejemplo los TEA fluentes sí tienen lenguaje.

Pero los TEA no forman una entidad única en cuanto a la etiología, ya que tienen una etiología muy diversa, muchas veces genética, (puede llegar a demostrarse hasta en un 25% con las actuales pruebas genéticas). Por esto no hay un tratamiento único, y hay que personalizarlo. Tampoco tendrán una evolución ni un pronóstico únicos.

Las etiologías diferentes en el TEA tienen en común un neurodesarrollo similar que en su evolución origina deficiencias en el cerebro social. Aunque las diferencias etiológicas originan evoluciones y pronósticos distintos, lo que hoy en día nadie pone en duda, es que la intervención precoz y adecuada, según la sintomatología presentada, obtiene unas mejoras impensables hace unas décadas, cuando el diagnóstico y el tratamiento eran más tardíos.
Para el diagnóstico precoz se está incidiendo en reconocer conductas inmaduras o peculiares, utilizando algunos test de sospecha de autismo como el M-CHAT (en menores de 3 años de edad), y también se están elaborando programas con ordenadores que reconocen donde miran los niños en su época de lactantes, y de esta forma detectar a aquellos niños que ya tienen, desde esa temprana edad, mermada su capacidad de desarrollo del cerebro social. Esto último todavía en etapa de investigación, promete un futuro mejor para estos pacientes, pero hoy en día lo importante es trabajar en aras de un diagnóstico y tratamiento lo más precoz y adecuado.

Equipo del INVANEP

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