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Intervención en los Trastornos del lenguaje: del ejercicio al uso y viceversa.
Isabelle Monfort Juárez
Endender y Hablar
Colegio Tres Olivos

Resumen:

Introducción:

    La intervención en Trastornos del Lenguaje busca, como es lógico, la mayor eficacia posible. Para ello el clínico debe tomar una serie de decisiones que tienen que ver con el  modelo general que va a guiar y justificar  sus actuaciones, con el contexto en el que se van a desarrollar y con el tipo de herramientas o métodos concretos que va a utilizar para cada objetivo.
    Los modelos generales de intervención se han clasificado tradicionalmente en función de su posición en un continuo entre funcionalidad vs formalidad o  estructuración vs interacción. En cuanto al contexto, se distingue entre aquellos que focalizan la intervención  en el entorno (intervención ecológica)  y aquellos en los que el peso principal recae sobre el profesional especializado (modelo experto). Finalmente, con respecto a las herramientas, podríamos diferenciar entre metodologías más directas que centran la intervención en los aspectos deficitarios y aquellas que  buscan la compensación tratando de estimular caminos alternativos. 




    Las evidencias empíricas  a las que el clínico puede recurrir para tomar decisiones son limitadas: los trabajos  suelen  reducirse a aspectos  muy concretos del lenguaje,  a periodos cortos y  poblaciones que no siempre reflejan la realidad puesto que, al cumplir los requisitos experimentales, suelen homogeneizar las muestras. La heterogeneidad de los trastornos del lenguaje, su componente evolutivo y la dificultad para medir todas las  variables  hacen que sea complicado seguir siempre  los principios   de una intervención basada en la evidencia (ejemplo de la importancia de la motivación del terapeuta en los resultados).
   

¿Existen principios generales?
   
    Salvo en algunos casos de  propuestas más extremas, existe en la actualidad cierto consenso entre los clínicos a la hora de asumir ciertos principios  de intervención como son: la prioridad jerárquica de la intervención funcional frente a la formal, la necesidad de intervenir en distintos contextos y las ventajas de aprovechar  puntos “fuertes” del desarrollo del niño para compensar sus dificultades. Existe por lo tanto una tendencia general a situarnos en uno de los dos polos del continuo que hemos representado en el cuadro 1, intentando acercarnos a intervenciones funcionales, ecológicas y con estrategias de compensación, por ejemplo, con el uso de sistemas aumentativos.
    Teniendo en cuenta estos principios generales: ¿Deberíamos entonces evitar las tareas formales, en contexto clínico y  que focalicen elementos del lenguaje concretos? ¿Podemos mejorar el lenguaje en todos los casos y a todas las edades desde una perspectiva funcional, ecológica e indirecta?  No parece que sea el  caso: los trastornos del lenguaje se caracterizan por dificultades graves para adquirir lenguaje mediante  mecanismos típicos más automáticos e implícitos. No siempre es suficiente con un mayor énfasis o claridad en el input,  sino que es necesario recurrir además a procedimientos más explícitos especialmente en los casos de síntomas graves, contenidos formales y  a edades más avanzadas. Por lo tanto, la realización de ejercicios estructurados dirigidos a un objetivo concreto del lenguaje forma parte de la mayoría de las rutinas de un terapeuta que interviene con niños con Trastorno de Lenguaje.

 La intervención formal:
       
    Las críticas fundamentales a la realización de ejercicios  de intervención sobre el lenguaje se basan en dos cuestiones: la primera es la artificialidad. Se trata de tareas fuera de un contexto de comunicación por lo que no reproducen  la forma habitual en la que se adquiere el lenguaje. Esta características de la intervención formal no puede evitarse pero tal y como hemos comentado anteriormente,  se trata de recurrir a mecanismo alternativos en los casos en los que no es suficiente una intervención funcional.
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    El segundo tipo de críticas tienen que ver con la inutilidad de las tareas y, en este caso, sí que se trata de un aspecto claramente mejorable. Una gran parte de los ejercicios que se realizan en contexto clínico no tienen consecuencias sobre el lenguaje del niño porque no están relacionados con contenidos que el niño quiera o pueda decir en su vida cotidiana. Más allá de aspectos relacionados con el habla, los terapeutas carecemos de referencias a la hora de buscar contenidos para nuestra intervención formal. Muchas veces esos contenidos vienen determinados por el propio material que vamos a utilizar o por criterios que vienen de la lingüística sin tener en cuenta por ejemplo el contexto del niño o su edad.  Nos encontramos entonces con ejercicios  que reflejan ciertas ideas erróneas sobre el lenguaje como que se aprenden palabras “concretas” antes que “abstractas” o que el presente aparece antes que el pasado en la conjugación de los verbos.

Formal vs inútil:

    Cuando un terapeuta se ve llevado a utilizar una tarea formal ¿Cómo evitar que se convierta en un trabajo inútil? Existen ciertos principios que se pueden tener en cuenta para intentar que una intervención que por definición es “artificial” sea lo más útil posible:

- Buscar los contenidos en errores observados en el niño. Convertirlo en tarea mediante dibujos contrastados y apoyo de lenguaje escrito siempre que sea posible. De este modo   será más fácil volver a insertarlo en un contexto natural (ver  cuadro 2)


   

- Trabajar dentro de la zona de desarrollo próxima del niño. Los formatos de ejercicios dirigidos pueden llevarnos a objetivos muy alejados de los niveles de lenguaje espontáneo del niño. De nuevo es la observación previa del niño lo que nos ayudará a determinar dicha zona.

- Buscar contenidos en contextos naturales de observación de niños de desarrollo típico  con la misma edad.

- Pedir registros de situaciones “fallidas” de comunicación a las familias y a los profesores.
   
Conclusión:

    A pesar de la prioridad jerárquica del la intervención funcional y de las limitaciones de los ejercicios para el desarrollo del lenguaje, la intervención formal en ocasiones resulta necesaria. Mejorar su efectividad y su posibilidad de transferencia a contextos naturales depende de que los terapeutas encontremos objetivos  más útiles y relacionados con las situaciones naturales del niño.

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